CAPITULO I:
Reunidas en un apacible lugar siguiendo la antigua costumbre humana de construir sus hogares, casas, edificios, calles y caminos en donde la vida se pudiera llevar con alguna calma, despreocupándose de las muchas cosas eran hacen los demás. En donde ya cada mínima existencia camina junto a las manillas del reloj; ahí entre cada una de esas largas paredes que llegan a cerrar nuestro horizonte.
En ese tranquilo lugar trascurría la fugaz presencia de tantas almas ajenas que vagan por calles intranquilas. Todo este mundo indeciso de su propio futuro veía en su progreso la luz de verdadera satisfacción. Cada uno ansiaba el futuro.
Acostumbrados ya a la fácil vida citadina y a todas sus ventajas, a maltraer el uso de tanto avance tecnológico, tanto que dependían sin ser concientes de ello. Cada día miles de ampolletas encendidas manifestaban la llegada de la noche, cada 24 horas era el ciclo debido de cumplir. A cada instante no dejaban de rugir los motores, el crujir de las latas. El cemento inundaba todo fragmento terrestre posible de inundar, en donde rara vez se desprendía libremente, sin ser espectáculo para la vista ajena, alguna forma vegetal, escondida entre el derramamiento de concreto, aquella forma de vida natural que siglos atrás en el mismo lugar daba todo a sus antiguos habitantes.
Así, sin preocuparse de cosas que no significaban para los demás, trascurría la vida de este particular lugar. Todo monótono acontecimiento no despertaba en nada las conciencias adormecidas en cada una de esas Psyche.
Cada momento o situación no pasaban de ser instantes sin mayor decoro, ya que todos tenían casi asegurado su próximo día, no faltaban quienes organizaban preocupadamente que hacer en el nuevo día, mes, año, y por que no décadas, siglos. Todo basándose en lo vivido en esos días.
La tierra ya empezaba a susurrar su mal estar
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