Sunday, June 15, 2008

LA URBE

Cada vez que se quiere comenzar una historia, se intenta poner lugares, personajes y situaciones cotidianas o quizás cosas que son de este mundo, la mía tendrá algo así como una metáfora escondida, en el que las personificaciones pasaran ser parte del habitad habitual de quienes vivirán la historia.

Esta vez comenzare por retratar a aquel personaje que ha inunda calles por todo el mundo, dando a conocer su rostro, aquel que por años no paga por su vida y vive pidiendo la caridad de siempre. Por sana casualidad he querido ponerle por nombre ermitaño, por llevar en su vida comportamientos poco habituales, en especial el de no tener un lugar donde dejar sus cosas. Este que siempre esta en las esquinas o quizás a la pisada de muchos transeúntes, aquel que atrapado en la mirada del día a día y en que ha de venir, pierde el poco espacio que le dejan.


En este mismo lugar los viajeros no dejan de recordar la historia pasada, en búsqueda llegan cargados con sus mochilas de ansiedades, la parada es corta y sus caminos van guiados por la búsqueda de nuevos horizontes.

Las murallas para muchos solo permitían acortar la misma distancia que dividía a dos sencillos vecinos. murallas sintéticas, desechables y transgenicas.

Este particular habitad, formado por tantas pisadas de antaño, cuidaba la riqueza de una fundación mas antigua que cualquiera de los que ahí habitan en sus casas. Las noches no eran tanto como los días de calor incesante.

Apartados de este lugar vive la labranza. En el rincón en donde cactus y bofedales hacen del terreno algo diferente. Ahí donde solo la mirada queda contemplando la inmensidad de un paisaje que pareciendo irreal esconde en su pintura la misma esencia de lo desconocido. A ese mismo lugar muchos de esos viajeros dejan sus equipajes para subir por un largo camino.

Antes de partir, la espera da espacio a resolver con inquietud la ruta a proseguir, cada punto se convierte en la estación o parada necesaria para el natural descanso. Ese mismo cantos otro desocuparon por largo tiempo.

Sabiendo que muchas quedan atrás, el punto de partida se convierte n la búsqueda de ese horizonte lejano, aquel punto visible que se quiere buscar con la mirada, la cima es al final mas que logro habituado a la conciencia, pero esa misma búsqueda es la que conmueve y llena el alma de cada forastero.


Aunque el apartarse de lo centro urbanos, represente un escape y un dejar a tras, la realidad misma es que cada uno de esos tantos viajeros, llevan como navegantes en la botella, que en un barco sin velas apartan sus conciencias para adentrarse en búsqueda misma del contacto natural del alma, el cielo y la tierra.

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